Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. (mira Efesios 4:31-32 DHH94I)

Es increíble como nos enojamos y nos irritamos con facilidad y el sentimiento de ira se apodera de nosotros, trayendo un daño fatal en nuestras vidas y en la vida de los demás. ¿Cuántas veces nos ha pasado que cuando dejamos fluir la rabia pensamos haber hecho lo correcto porque era la "única manera de desahogarnos" y no reprimimos nuestro sentir? ¿A cuántos nos ha pasado que luego de dejar fluir la ira nos damos cuenta que hemos causado daño a las demás personas?

La ira, según definiciones de Oxford Languages, es un "sentimiento de enfado muy grande y violento". El significado bíblico de la palabra ira hace referencia a la respuesta emocional en el conocimiento del mal y la injusticia, también se le conoce como enojo, irritación, cólera, indignación, rabia, furia, etc. Expresada tanto por humanos como por Dios. Pero cuando se habla de "la ira de Dios" la Biblia se refiere justamente al rechazo que Dios percibe ante el mal y la iniquidad, es decir, la furia de Dios es una divina refutación al pecado y la rebeldía del hombre. Osea es totalmente distinta a la ira y furia del hombre y lo que es capaz de provocar en nosotros.

Cuando dejamos brotar este sentimiento de amargura y se arraiga el resentimiento en nuestro corazón, este sentimiento destruirá nuestro amor y afectará nuestra comunión con Dios. La Biblia nos dice en la carta de los Hebreos: 

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. (mira Hebreos 12:15 RVR1960).

Las emociones como la ira, la envidia (porque la ira se vuelve pecado cuando es motivada por el egoísmo), el resentimiento, los deseos de venganza, la amargura son emociones que dañan y destruyen nuestra vida espiritual, nuestra salud emocional y física. Porque ellas abren las puertas al enemigo que viene a destruir el propósito y a distorsionar el objetivo de Dios para con nosotros.

Uno de los casos que podemos tomar de la Biblia como ejemplo, lo encontramos cuando Caín y Abel trajeron ofrendas a Dios, donde el Señor miró con agrado la ofrenda de Abel, y donde observamos que Caín se llenó de resentimiento y odio hacia su hermano hasta el punto de asesinarlo. Vemos pues, como la ira y el resentimiento envenenan nuestro corazón al punto de cegarnos y llevarnos a cometer cualquier clase de error.

Muchas veces en vez de utilizar la ira para atacar el problema en sí, son las personas quienes son atacadas en su lugar. En Efesios 4:15 y Efesios 4:29 se nos dice que debemos hablar la verdad en amor y usar nuestras palabras para edificar y no para corromper o destruir a otros.

Dios nos invita a no apresurarnos ni dejarnos dominar por el enojo porque este reposa en el seno de los necios (Eclesiastés 7:9). En este punto debemos preguntarnos: ¿Será que lo que Dios anhela ver en nosotros es que seamos un reflejo de Él, siendo lentos para la ira y grandes en misericordia, aplacando la ira con respuestas blandas y no guardando rencor y enojo en nuestro corazón?.

El necio da rienda suelta a toda su ira, Mas el sabio al fin la sosiega. (mira Proverbios 29:11 RVR1960)

Al nosotros ir reconociendo y admitiendo nuestra ira y el erróneo manejo del enojo, al confesarle a Dios y tambien al confesarles y disculparnos con aquellos que hemos herido con nuestra ira, sin minimizar nuestro error ni justificarnos o echarle la culpa a los demás, sino aceptando con responsabilidad nuestras acciones y errores, ciertamente podemos ir dominando nuestra ira. Y esto podemos hacerlo dejando que el Espíritu Santo desarrolle en nosotros el dominio propio, ya que teniendo dominio propio nos podemos controlar. Con oración y pidiéndole a Dios que nos ayude en aquellas situaciones que nos disgusten para que puedan ser la oportunidad de manifestar su amor y misericordia en nosotros, podremos vencer la ira.

Así como una vez permitimos que se atrincherara en nuestras vidas por la práctica habitual, tambien podemos practicar responder correctamente hasta que se convierta en un hábito que reemplace a las viejas actitudes.